Zacarías pidió un hijo, pero Dios le dio aún más, pues su hijo se transformaría en el profeta que anunciaría la llegada del Mesías.
Esta experiencia de Zacarías nos demuestra una verdad vital que debería animarnos a la hora de orar, y es que los tiempos de Dios rara vez son los nuestros, pero siempre vale la pena esperarlos.