El orgullo en nuestros logros puede cegarnos ante los talentos de los demás. Y la arrogancia, puede envenenar nuestro futuro. Juan el Bautista, cuya misión era preparar el camino a Jesús, dijo: “Es necesario que Él crezca, pero que yo mengüe”, este es un muy buen lema para cada uno de nosotros, el cual nos ayudará a vivir con humildad.