Jesús nunca pidió a sus seguidores que hicieran algo que Él no hubiese hecho. Siempre dio el ejemplo, pues sabía lo que hablaba y pedía, ya que Él lo vivió en carne propia. Para ser sus discípulos tenemos que llevar nuestra cruz, así como Él llevó la suya. Comprendamos que la cruz es el comienzo de esa nueva vida que emprenderemos.
Fue en la cruz que Él derramó su sangre para darnos el más grande y bello regalo de salvación.