Jesús no solo nos provee vida eterna cuando lo recibimos como nuestro Salvador, sino que también nos da vida abundante aquí y ahora. Él es hoy el mismo que fue en tiempos de la Biblia, y Dios obrará mediante todo lo que toca su vida para su bien.
De modo que, por difíciles que puedan parecer sus circunstancias, o cuánto haya estirado el último de sus recursos, confíe en que Él suplirá sus necesidades.