Entregados a una vida egoísta, los no creyentes son absolutamente incapaces de entender las cosas de Dios y por consiguiente no comprenden por qué hacen lo que hacen. Sin embargo, usted tiene la mente de Cristo, y Él le ofrece toda la perspectiva que necesita.
Así que comprométase a escuchar la voz y dirección del Espíritu y tenga toda la confianza de que Él se la revelará.