En la oración diaria, el creyente debe pedir las fuerzas que solo el Espíritu de Dios puede dar para andar la senda del amor, la consagración y la santidad.
No es fácil andar por el camino de Dios y poner a Jesús en primer lugar de nuestra vida, porque el tentador está como león rugiente tratando de sacarnos del camino y así alejarnos de Dios, pero es posible cuando lo hacemos aferrados al poder de su Espíritu por medio de la oración.