Cuando hablamos de misericordia, no olvidemos que es un regalo que el Señor nos da. Y aunque merecemos un castigo, por Su misericordia no lo recibimos, esto se debe a Su compasión hacia nosotros. Solo nos pide que nos acerquemos a Él y aceptemos ese regalo.
Cuando lo hacemos encontramos la ayuda y el consuelo que necesitamos para vivir una vida abundante.