Jesús no condenó ni maldijo a los que le lastimaron, y en el momento más difícil exclamo: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”. ¡Qué gran lección! Si los seres humanos aprendiéramos a perdonar como Jesús lo enseñó, cuánto dolor y sufrimiento evitaríamos.
Habría más amor entre las familias, los vecinos, los hermanos de la Iglesia y los países vivirían unidos y en paz unos con otros.