JUAN 1:29
En la Biblia, el cordero siempre fue un símbolo de sacrificio, pureza e inocencia. El pueblo de Israel ofrecía corderos para la expiación de pecados, pero esos sacrificios eran temporales y no podían limpiar de manera definitiva. Por eso, cuando Juan el Bautista vio a Jesús, exclamó: “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”. Hoy debemos recordar que nuestra vida no nos pertenece, porque fue comprada a precio de sangre.
Vivimos agradecidos al Cordero inmolado, reconociendo cada día, que Él cargó sobre sí nuestro pecado, nos limpió y nos dio vida nueva en aquella cruz.
OREMOS
Jesús, que nuestra vida sea un reflejo de amor, obediencia y entrega, para honrar al Cordero inmolado por siempre. Amén.
FRASE
El Cordero de Dios es nuestra esperanza.
