Tal vez no veamos cómo nuestras experiencias con Dios nos van cambiando, y sin duda nuestra transformación no será tan físicamente evidente como el rostro brillante de Moisés. Sin embargo, a medida que pasamos tiempo con Dios y le rendimos nuestras vidas más y más, podemos reflejar su amor.
Dios puede acercar a otros a Él cuando la evidencia de su presencia brilla en y a través de nosotros.