Pídale al Padre celestial que le revele lo que está impidiendo que reciba su Palabra, aquellos aspectos que usted se niega a confiarle. Tal vez ya sepa cuáles son, así que reconozca esos terrenos pedregosos y comprométase a aplicar a su vida la verdad de Dios.
No será fácil, pero valdrá la pena, y es ahí donde empezará su sanidad.