Mientras usted se niegue a perdonar al ofensor, la amargura le controlará. Por eso, no permita que el resentimiento lo tenga encarcelado. Entréguele al Señor su ira y confié en que Él le sanará. El Padre sabe lo que sucedió y Él juzga la situación con sabiduría y rectitud. Así que abandone el dolor, perdone y confié en que Dios le ayudará.
Y permita que Dios le sane como nadie puede hacerlo.