A menudo miramos a las personas de una forma superficial y sin prestar atención a su belleza interior, dejando de valorar lo que Dios valora.
Así que si dedicamos tiempo a observar debajo de la superficie, quizás nos encontremos con un gran tesoro. Recuerda que el Señor no mira lo que mira el hombre, Él mira el corazón.
OREMOS
Señor, gracias por valorar mi interior y no mi aspecto externo. Amén.