El Dios poderoso, creador del cielo y la tierra, es nuestro amante Padre Celestial, a quien debemos alabar y adorar en cada momento de nuestra vida.
Contemplemos el firmamento y comprendamos la pequeñez humana ante la grandeza del Señor, exclamando como el salmista: “Cuán maravilloso y glorioso es tu nombre en toda la tierra”.