Escuchar a Dios atentamente significa estar dispuestos a oír cualquier cosa que Él tenga que decirnos. Y es que si no está dispuesto a escuchar lo que Dios quiere hablarle, su corazón se endurecerá cada día un poco más. No se ponga a escoger lo que quiere oír, escúchelo y obedézcalo, pues negarse a oír sus advertencias puede llevarle a la ruina.
El Señor siempre le va a hablar para su bien, así que acepte todo lo que le diga, confiando en que Él tiene en un mejor y mayor propósito para su vida.