Cuantos problemas nos evitaríamos si fuésemos más humildes y con la capacidad de perdonar o pedir perdón en todo momento, sin esperar que el otro lo haga. Cada vez que dejamos que el orgullo interfiera, nos acercamos más a perder todo lo que Dios nos ha regalado.
Por eso hoy es una buena oportunidad para renunciar a ello y practicar más la humildad.