Uno de los enemigos del avance es el temor, el miedo a fracasar. Pero Dios está dispuesto a ayudarte si estás determinado a emprender. Nunca sabrás si podrás caminar sobre las aguas, si primero no bajas de la barca. No basta con desear o querer, debes estar convencido de hacerlo pues cuando Dios está en tu corazón tendrás siempre su respaldo.
¿A quién escucharás, a los que te rodean o a Dios?