El pecado hace que la luz de nuestro espíritu se apague, que nuestro oído se ensordezca y poco a poco nos vamos sumergiendo en un abismo. Sin embargo en medio del caos que estás viviendo, si confiesas tu pecado a Dios lo conocerás de una forma única y notarás que los momentos en que te sientes débil son en los que serás más fuerte si tienes a Cristo en tu corazón.
Así que deja atrás tu pecado y recuerda que Dios es más fuerte que tu debilidad.