El pueblo de Israel atravesó 7 desiertos antes de entrar a la tierra prometida y lo que debía ser un viaje corto se convirtió en uno de 40 años.
Esto nos enseña que sin importar el desierto que estemos pasando; no depende de Dios que tan rápido salgamos de ahí, sino que es nuestra capacidad de obediencia lo que acorta o alarga la llegada a esa tierra llena de bendiciones.