Zacarías pidió un hijo y Dios le dio aún más, pues su hijo Juan se transformaría en el profeta que anunciaría la llegada del Mesías. Esta experiencia nos demuestra una verdad vital la cual debería animarnos al orar: los tiempos de Dios rara vez son los nuestros, pero siempre vale la pena esperarlos.
Recuerda, el tiempo es de Dios.