Dios puede hoy limpiarnos de nuestras malas obras mediante la obra purificadora de Jesús. Como resultado de su muerte en la cruz, el pecado que nos ensucia puede ser lavado y podemos recibir ropas nuevas y sin manchas.
Ya no nos definen nuestros pecados, sino que podemos apropiarnos de los nombres que Dios da aquellos a los que ama: restaurado, renovado, limpio y libre.