Para muchas personas el castigo tiene una connotación negativa, debido a que algunos que la aplican no son moderados. Dios, sin embargo es la gran fuente de amor.
Él no nos castiga porque disfrute el hacernos sufrir, sino porque está preocupado por nuestra madurez, pues Él sabe que para lograr ser moralmente fuertes y buenos, primero debemos aprender la diferencia entre el bien y el mal y su amorosa y gran disciplina nos permite hacerlo.