El corazón orgulloso nunca confiesa, nunca se arrepiente, nunca pide perdón. De hecho el arrogante no siente la necesidad de perdón. El orgullo tiene un precio alto, no lo pagues, más bien decide afirmarte en la oferta de la gracia.
La humildad es feliz haciendo lo que el orgullo no hará y el corazón humilde se apresura a reconocer la necesidad de Dios, dispuesto a arrodillarse ante la mano Poderosa del cielo